lunes, octubre 10, 2005

Historias de mi infancia. Según mi mujer no tan perdida.

Quería en primer lugar pedir disculpas a los que os acercáis a leerme, por que últimamente no he estado demasiado fino.

Muchas veces recuerdo mi infancia, sucesos que han ido marcando lo que soy. Cada uno de esos hechos me ayudo a madurar como persona, algunos me empujaron hacia delante y otros me frenaron en seco, pero buenos o malos, hicieron que me convirtiera en la persona que soy hoy.

Quiero recordarme, junto al olivo que teníamos junto a la casa de mi abuelo Lorenzo en Mairena del Aljarafe, recuerdos de sentarme junto al árbol para descansar.
Recuerdo el trastero que había debajo de la ventana, que utilizaba como laboratorio de alquimia intentando crear un perfume con las flores del jazminero que cubría toda la ventana del salón, mezclando las flores con agua intentaba destilar el mejor perfume, aunque al final siempre salía un mejunje que olía a perros muerto y tenia que tirar por el retrete que había junto al trastero.
Recuerdo a mi tía Isabel hirviendo la leche que traía el lechero, cuando ya podías ir al supermercado y comprar un brick de leche pasteurizada. Recuerdo el aire acondicionado, entre comillas, que había en el salón.
Me recuerdo, jugando al Spectrum, en una televisión con UHF.
Recuerdo los dormitorios de la planta de arriba, ese olor a humedad que había en el cuarto donde dormía.
El cuarto de mi abuelo Lorenzo, con el bacón que daba al olivo.
Si pienso un poco puedo recordarlo todo como si estuviera en la casa, andando por sus habitaciones.
Pero si os digo la verdad hay dos cosas que recuerdo sobre todo, el diablo cojuelo, un libro muy antiguo que había en una habitación, y que siempre empezaba a leer, pero nunca terminaba, y los días de septiembre cuando esperaba ansiosamente a que mi madre trajera los libros de texto de ese año para el colegio, cuando llegaban, me ponía a devorarlos, intentando encontrar nuevas ideas, nuevos cuentos, me sentaba en el sofá, y los ojeaba uno a uno.
Todas esas cosas recuerdo, felicidad, amor, buenos tiempos.

2 comentarios:

Unknown dijo...

Yo te recuerdo riendo, saltando con la bici por los baches de mazagón. Y comiéndote el bocadillo de nocilla más grande que ha existido.

Anónimo dijo...

¿Sabes?, no sé donde leí que de todas las cosas que te ocurren a lo largo de la vida siempre se recuerdan más las buenas que las malas porque son las primeras las que se viven realmente. Esto estaba redactado de otra manera, claro, pero pienso que es verdad.